Twitter lo tolero porque no admite más de 140 caracteres. Facebook hasta ahí; si aparece el link de ‘Seguir leyendo’ sé que no es para mí y me resigno a haber perdido para siempre los segundos previos de lectura, hasta toparme con esa advertencia salvadora. De los diarios hace tiempo que no leo más que el título –y la bajada si la noticia es de vital importancia. Me interesan mucho los artículos “Top 10” o “5 tips para…”, siempre y cuando resalten en negrita cada ítem para no perder tiempo leyendo el desarrollo. Es más, cada vez me paso más a otras plataformas no escritas, como Youtube más que nada o Instagram. Busco videos cortos (8 minutos como un exceso) y acelero las partes omisibles, no vitales, para la comprensión del mensaje. Mi lema es: “Una imagen vale más que mil palabras. Si no podés explicarte con una pic en Instagram, es porque estás dando vueltas innecesarias”. Hace meses que no voy a un cine, no puedo soportar esa eternidad frente a una pantalla (¡a veces de hasta dos horas!), me empiezan a temblar las piernas, se me acelera la respiración; prefiero para eso sentarme en el sillón del living de casa, donde puedo hacer zapping a mi antojo, pero también hasta ahí, porque cuando comienza el espacio publicitario empiezo a hiperventilar de ansiedad. Por eso pago Netflix, porque puedo ver los contenidos que quiero cuando quiero, avanzarlos, retrocederlos a mi antojo, sin pérdida de tiempo. No recuerdo la última vez que escuché un tema musical completo, ni hablar de una balada o un tema de cadencia lenta, por eso encuentro sumamente útil la posibilidad de acelerar la música (si bien a esa velocidad parece la cortina de un programa de ejercitación aeróbica). Me salvó la vida el Whatsapp, todo lo mando por mensaje de voz, rápido, sin desperdiciar tiempo tecleando, cuidando la gramática, ¡la ortografía! El Feliz cumpleaños para mi marido, la pregunta de cómo te fue en el médico a mi viejo, la consulta de cuánto va a aumentar el alquiler este mes al administrador…

Es que el mundo de hoy es así, no se detiene, y no tengo tiempo. Tantas cosas por abarcar, tan efímera la vida, tantos problemas por resolver, tantas responsabilidades para cumplir. No puedo dedicar tiempo de más, tiempo que no tengo, me disperso, me acuerdo de asuntos pendientes, de que hay que lavar ropa, de que tengo que comprar maquillaje, de que tengo que ir a buscar a los chicos al …

Nota del transcriptor: Llegado este punto de la entrevista, la sujeto de estudio número 17 abandonó la sala sin mediar palabra, y jamás regresó para completar la investigación. Se llevó con ella los transmisores wireless que tenía conectados en el cráneo. No se sabe cómo hizo para sacárselos por cuenta propia, si es que en algún momento se acordó de hacerlo.

 

Extracto del ciclo “Entrevista al Ama de Casa 3.0 Generación Índigo” – Año 2043, Arg. Respuesta a la pregunta de investigación número 3: “Lea la siguiente carilla y responda las preguntas listadas en la página seis”

 

Claudia Lado, 45 años, dos hijos, y un puñado de textos. En Aguafuertes ha publicado también en la sección Ficción el relato Cadena de Favores.